Esta semana continuamos la serie de lectura de “Mayordomía y finanzas” estudiando cómo un buen administrador busca organizar sus prioridades económicas mediante un presupuesto. Como buenos mayordomos, los cristianos somos los siervos de Dios que están a cargo de sus bienes, esto incluye una responsabilidad y entrega sin reservas en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo las finanzas. Dios es nuestra mayor prioridad y quien debe de gobernar nuestro presupuesto; la manera en que gastamos nuestro dinero debe reflejarlo. El libro de Eclesiastés es parte de la literatura que habla sobre la sabiduría. En uno de sus temas trata sobre los motivos interiores que llevan al ser humano a la búsqueda sin sentido de lo material: el amor al dinero, la insatisfacción interior y avaricia. El Maestro recuerda al lector que es Dios quien da las cosas materiales y otorga al mismo tiempo la capacidad de disfrutarlas (Eclesiastés 5:18-20). Quizás no estamos siendo ávaros, egoístas o no acumulamos nuestras riquezas de manera evidente. Sin embargo, ¿estamos dependiendo en Dios en la manera que manejamos nuestras finanzas?
Esta instrucción apostólica demuestra que ofrendar no es una carga sino un privilegio y una gracia de Dios, de la que ningún cristiano debe privarse.
El tema de los presupuestos no es un concepto moderno, los primeros cristianos tenían esta disciplina de la cual no podían abstenerse. La colecta de la que Pablo habla en 1 de Corintios es posible que fuera parte de la liturgia de las reuniones que celebraban en el primer día de la semana ya que este era el día en el cual Jesús resucitó de los muertos. La referencia a las instrucciones que el apóstol dio a las iglesias de Galacia (1 Cor 16:1) indica que la colecta no era optativa, tenía que ser parte del presupuesto de cada familia. Esta instrucción apostólica demuestra que ofrendar no es una carga sino un privilegio y una gracia de Dios, de la que ningún cristiano debe privarse. Además, la ofrenda debía ser planificada, bien pensada, y sujeta a la situación económica de cada uno. Pablo no sugiere un monto específico, como los diezmos del A.T.; respeta las diferentes situaciones económicas de los creyentes, que son libres de decidir cuánto aportarán. Sin embargo, la libertad de un cristiano se ve limitada por el efecto de sus acciones en otros cristianos. Todo lo que hagan deben de apuntar a la gloria de Dios, a complacerlo y honrarlo.
Un discípulo tiene que entender que su compromiso con él está por encima de cualquier otra relación humana o estilo de vida.
Otro punto importante para que nuestro presupuesto familiar refleje a Dios es la renuncia a todo apego excesivo de los bienes materiales. “Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Jesús plantea en este capítulo las condiciones esenciales para el seguimiento. Un discípulo tiene que entender que su compromiso con él está por encima de cualquier otra relación humana o estilo de vida. “Calcular el costo” del discipulado es reconocer que nuestros recursos son limitados y, por lo tanto, estar comprometidos firmemente con Jesús. Como la persona que quiere construir una torre o el rey que desea iniciar una guerra, los que escuchan el llamado al seguimiento tienen que reflexionar seriamente sobre las implicaciones de dejarlo todo. Jesús demanda una entrega sin reservas. Quiere decisiones firmes y lealtad en todas las áreas de nuestra vida. Nuestra identidad como seguidores de Jesús exige un compromiso total en todo tiempo, y esto incluye la renuncia a todo interés egoísta y una reorientación de nuestras prioridades. ¿Estamos entregando a Dios nuestro presupuesto de manera incondicional? Recordemos que la bendición de Dios en nuestra vida y nuestra entrega a él sin reservas debe motivar la generosidad a los que nos rodean.
Preguntas de Fe y Reflexión
Dios, como nuestra mayor prioridad, exige que entreguemos a él todos los aspectos de nuestra vida y que todo lo que hagamos le de gloria a él. ¿Dónde está descansando tu corazón? Si sientes más seguridad en la estabilidad económica que en la confianza a Dios, tus prioridades están divididas. ¿Qué me puede estar impidiendo entregar mi presupuesto a Dios y su servicio?
La ofrenda debe ser planificada, bien pensada, y sujeta a la situación económica de cada uno. ¿Qué acciones puedo comenzar a tomar para preparar un presupuesto familiar responsable donde la ofrenda sea una disciplina por gracia de Dios?
Seguir a Jesús conlleva una entrega sin reservas, entregar todo de nosotros de manera incondicional. ¿Cómo nuestra entrega al Padre está siendo reflejo hacia otros y cómo los está motivando en generosidad?